En un relato, Abu al 'Abbas, 'Abdullah Ibn 'Abbas -Dios este complacido con los dos-, dijo:Un día estaba detras del Profeta -la paz y las bendiciones de Dios sean con él-, y me dijo:
"¡Oh joven!, te voy a enseñar unas palabras: Guarda a Dios, y te guardará. Guarda a Dios y lo encontrarás ante ti. Si pides algo, pídelo a Dios, y si necesitas ayuda, acude a Dios, y conoce que si todo el pueblo se reúne para beneficiarte en algo, no te beneficiarán excepto en lo que Dios ha escrito para ti, y si reúne para perjudicarte en algo, no te perjudicarán salvo en algo que Dios haya escrito sobre ti. Las plumas se han levantado y las hojas se han secado".
Lo transmitió al Tirmidi y dijo que es un Hadiz aceptable y correcto. Y en un relato de otro:
"Salvaguarda a Dios, lo encontrarás ante ti, acuérdate de Dios en el bienestar y se acordará de ti en el apuro. Y conoce que lo que te ha fallado no podía haberte tocado. Y que lo que te ha tocado no podía haberte fallado. Y conoce la victoria con la paciencia, que el alivio viene con el apuro y que con la dificultad surge la facilidad".



"Es muy viejo y no lo usa mucha gente", dice Adnan Ebesh, el gerente de los ferrocarriles Hijaz. "En el pasado solíamos tener mayor frecuencia de trenes en esta vía, pero ahora la usamos mayormente para mercancías".El Hijaz, que lleva el nombre de la sección noroeste de la península saudita que era el destino final del tren, abrió en 1908 luego de que 6.000 peones otomanos lucharan bajo el calor agobiante y las cambiantes arenas del desierto para lograr instalarlo. En su auge, en días de la moderna Arabia Saudita, transportaba a peregrinos a Medina haciendo que el viaje por el desierto, que antes se hacía en camello y duraba dos meses, durara solamente 55 horas.
Ellos fueron los primeros en atacar la vía férrea, con un levantamiento en 1910 brutalmente reprimido por los otomanos, luego de que una tribu robara y matara a pasajeros en el tren y arrancara una de las secciones de la vía. Luego Lawrence capitalizó el resentimiento beduino hacia el ferrocarril para conducir a las tribus a una campaña ambiciosa de sabotaje durante la Primera Guerra Mundial. Para ese entonces, los peregrinos que usaban la vía eran largamente superados por las tropas otomanas, desplegadas en la península arábiga.
El último de los trenes de Hijaz sale de una estación a pocos kilómetros del centro de Damasco donde Majid Mattar, el gerente de la estación, vende boletos por aproximadamente 3 euros. "En el tren la gente puede disfrutar del paisaje, relajarse y hacer un picnic", dice. Para Haitham Mohamed, un pasajero habitual: ''Es más barato y más divertido que el auto".
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